Alta fidelidad o ‘High Fidelity’ es uno de los libros que hizo conocido al escritor Nick Hornby. Su mezcla de referencias a la cultura pop (a la música, en este caso) y su exploración sentimental de un treintañero con serios problemas para comprometerse, y que sólo es capaz de explicar de su vida a través de éxitos del pop y el rock, le granjeó el éxito de ventas y, en 2000, una adaptación al cine dirigida por Stephen Frears y protagonizada por John Cusack.
Ahora, a 25 años de la publicación de la novela y a 20 del estreno del film, la propuesta de High Fidelity regresó en formato de serie (diez episodios de media hora cada uno) con nuevos cambios temporales (transcurre en la actualidad), geográficos (se rodó en Brooklyn) y de género: Robyn ‘Rob’ Brooks es una hermosa treintañera interpretada por Zoë Kravitz.
El primer rasgo distintivo de ‘High Fidelity’ lo tenemos en que el personaje principal pasa a ser una mujer y es inevitable que eso marque su forma de enfrentarse al mismo punto de partida: una ruptura que se cuela entre las cinco más dolorosas de su vida, lo cual la obliga a replantearse las cosas. El camino a seguir es el mismo, pero son los pequeños detalles los que permiten a la serie ir más allá de la mera reproducción.
Lo más esencial de todo es que de verdad hay cambios a la forma de abordar el personaje porque sea una mujer, no es algo que se haya hecho para seguir la tendencia actual de cambiar de género al personaje y hacer poco más. Tanto la actitud del personaje como su forma de enfrentarse a los problemas se parecen, pero no llevan necesariamente a la misma conclusión, sin olvidarnos que la propia devoción por la música del personaje se trata de diferente manera.
Además, el personaje se siente que fluye más en lo emocional, no necesariamente dando siempre pasos adelante, pero sí que se aprovecha que haya más tiempo para entrar en sus dudas y miedos en lugar de ir en todo momento hacia delante. Eso deriva en que el lado más cómico del personaje se difumina para entrar más en ese colapso emocional por el que está pasando, pero sin deleitarse de forma innecesaria en su sufrimiento.
Eso es algo que permite a Kravitz llevar el personaje a su terreno y juguetear con la imagen de seguridad que transmite el personaje, pero al mismo tiempo mostrando su lado más vulnerable. Es ahí donde la serie mejor funciona al ser algo constante en lugar de pequeños cambios aquí y allá.
Esta actualización del libro de Nick Hornby es sin duda más insulsa, si bien aun así consigue entretenernos, algo de lo que quizás tenga culpa Zoë Kravitz, cuyo carisma sigue brillando por momentos a pesar de contar con un personaje elaborado con mayor mediocridad. A pesar de una menor presencia del humor y el alma irreverente que caracterizó a la película, es una serie aprovechable por todo aquel al que le interese mínimamente el universo de la música pop. Siempre termina, sin embargo, lastrada por la inevitable fuerza que aún conserva el filme original y por el encanto de la exitosa novela de Hornby.
Fuentes:
Zoë Kravitz brilla en una agradable serie que se queda a medias actualizando ‘Alta fidelidad’
High Fidelity